En los últimos años, Chile ha tenido grandes avances en sus niveles de competitividad y ocupa un sitial de liderazgo en el contexto regional. Sin embargo, nos encontramos con que en aquellas áreas relacionadas con el desarrollo y capacitación de personas, nuestro país tiene mucho por hacer.
Según estudios recientes, sólo el 10,5% de la fuerza de trabajo en Chile corresponde a profesionales y técnicos, una cifra ínfima si se le compara con Nueva Zelanda, país que a pesar de presentar ventajas competitivas similares al nuestro, llega a niveles de personal capacitado que supera el 26% de la población. No parece muy arriesgado inferir que mucho de eso explique que su ingreso per cápita duplique al chileno.
El desarrollo profesional de nuestros ciudadanos depende, de manera importante, de la educación o capacitación que sus empleadores les pueden ofrecer. Sin embargo, ¿es tan sencillo hacer que personas que tienen familias, largas jornadas laborales y tiempos de desplazamiento crecientes, enfilen rumbo a una casa de estudios una, dos o tres veces por semana? Por otro lado, si dejamos las cosas como están, ¿quién nos asegura sustentabilidad económica si este mundo globalizado gira a mil por hora y nosotros somos apenas una delgada línea al final del mapa?
La buena noticia es que la vida moderna nos entrega herramientas de gestión que hace unos años eran impensadas. Las barreras de acceso a la capacitación y la educación han sido prácticamente derribadas por las tecnologías de la información, las que han acelerado el desarrollo del conocimiento y revolucionado las metodologías de aprendizaje. Hoy, sólo se requiere de un computador con conexión a Internet y ganas de aprender. De esta forma, millones de personas que por razones de costos, tiempo o distancia no podían actualizar sus conocimientos o desarrollar sus habilidades, actualmente encuentran en el e-learning (o blended learning cuando es complementado por sesiones presenciales) la solución para capacitarse.
Estas metodologías de aprendizaje llegaron para quedarse y muestra de aquello es que son ampliamente ocupadas por los países desarrollados. En Estados Unidos y Europa el 30% de la capacitación corporativa se realiza de esta forma. En Chile, apenas el 5,6% se realiza por esta vía. Si queremos realmente hacer de Chile un país medianamente desarrollado, y pronto, debemos aprovechar los beneficios que entrega el buen uso de la tecnología y actuar con rapidez. Pues si bien Internet tiene la capacidad de tender a igualar oportunidades entre personas, empresas y países, su efectividad como fuente de ventaja competitiva sólo será real para quienes tomen la delantera.
Internet necesitó sólo tres años para lograr 50 millones de usuarios, una tarea que a la televisión le tomó dos décadas. Resulta claro que en nuestro mundo globalizado negarse a la velocidad de propagación del conocimiento y la tecnología puede transformarse en un serio peligro. Ello, tanto por la competitividad de las empresas como por la productividad de aquellas personas que no alcancen a subirse a tiempo al carro tecnológico.